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OPINIóN | 04-08-2021 15:00

¿Quién fue Gregorio Weinberg?

Sus aportes a la educación en Latinoamérica hoy son más valorados que nunca. Como editor acercó a los lectores argentinos textos esenciales de política, economía y filosofía.

En un período dilatado de tiempo la Argentina fue pródiga con sus hijos. En las décadas que recortan el segundo tercio del siglo XX, existieron en el país alternativas para el ascenso individual, grupal y colectivo. Ese contexto explica el derrotero de figuras que de otro modo no podrían haber desarrollado su vocación y elecciones personales. Es en ese período de tiempo cuando varios intelectuales lograron realizar una acumulación de capital intelectual y productivo que administraron y expandieron en diversos aportes, en las décadas que siguieron al punto de inflexión que significó, en todos los órdenes, la irrupción del poder militar a mediados de los años setenta.

Gregorio Weinberg fue una de estas figuras. En lo que sigue buscaremos presentar de manera sintética la trayectoria vital del personaje, recuperando algunas de sus facetas sobresalientes como editor, historiador y educador.

Este trabajo se hace necesario, ya que si la Argentina fue escenario de amplias posibilidades para el despliegue de una iniciativa cultural casi ilimitada para quienes tuvieran el deseo de publicar, enseñar o escribir, poco a poco se van saldando las deudas de reconocimiento a estas figuras. Gestos simbólicos como la imposición de su nombre a la sala de lectura de la Biblioteca Nacional realizada en el año 2006 o la reedición de parte de su obra de manera reciente van compensando una relación siempre conflictiva con la memoria de sus pensadores.

El hecho resulta paradojal, si tenemos en cuenta la recuperación y uso que se hizo y se sigue haciendo de figuras de la talla de Weinberg en otras geografías culturales, incluidas las de países centrales de habla hispana.

La trayectoria

Gregorio Weinberg nació en el seno de una familia inmigrante el 20 de noviembre de 1919. Sus padres fueron León y Sara, de ascendencia judía y originarios de Ucrania. En su niñez la familia se instaló en Guardia Escolta, Santiago del Estero, donde vivieron casi veinte años.

A mediados de los años treinta, se instaló definitivamente en Buenos Aires. Weinberg completó sus estudios secundarios en el Colegio Nacional Nicolás Avellaneda y luego comenzó la carrera de abogacía en la Universidad Nacional de La Plata, sin completarla. Contrajo matrimonio con Agustina Marchevsky y tuvo tres hijos: Pedro Daniel, Fanny Silvia y Liliana Irene.

Alrededor de los veinte años comenzó a colaborar con críticas y reseñas en “Correo Literario” y como asesor de la naciente editorial Lautaro, a cargo de Sara Maglione de Jorge. Si bien escribió el prólogo a la obra de Monteagudo para la Biblioteca del Pensamiento Argentino, la primera colección en la que participó activamente desde su concepción y diseño fue la de “Tratados Fundamentales” de ese sello; el objetivo era promover la publicación de obras clásicas que, en su mayoría, se traducían al castellano por primera vez. Estaban orientadas al campo filosófico y antropológico y se contaba con la colaboración de Manuel Sadosky. Desfilaron por allí autores tales como Bacon, Voltaire, Locke, Spinoza, Kant, Levy Bruhl, Gordon Childe, etc. Otra colección animada por Weinberg fue “Estudios y Ensayos” dedicada a las ciencias sociales. Una tercera, “Crítica y polémica”, estuvo dedicada al debate de ideas. En otro orden, haciéndose eco de las novedades de la posguerra, concretó, por primera vez en lengua no italiana, la publicación de las “Cartas de la cárcel” de Antonio Gramsci, y una de las primeras traducciones a nuestro idioma (si no la primera) de una obra del filósofo francés Henri Lefebvre.

En el ámbito de la difusión popular impulsó la colección de bolsillo “Pingüino”, primera de su tipo en el país, en convenio con la casa inglesa: se tradujeron decenas de títulos y a la vez se incluyeron autores locales como Horacio Quiroga, con una venta récord para la época. Entre los años 1948 y 1949 por encargo de la Editorial realizó lo que significó para él un viaje iniciático por diversos países de América. Si bien el propósito de su misión era difundir y promover el fondo de la editorial, de esa forma conoció la producción artística y cultural de esos pueblos; sus ancestrales tradiciones y las arraigadas costumbres; trabó amistad con intelectuales y artistas; visitó las universidades, museos y otros espacios culturales. Los escritores, las librerías y las imprentas fueron hitos de su paso por México, Guatemala, República Dominicana, Cuba, Costa Rica, Panamá, Venezuela, Colombia, Perú, Chile, entre otros países.

Tras recibir censuras oficiales de distinto orden, pasó a revistar en la misma función en la Editorial Hachette. Además de realizar tareas de traducción e identificación de títulos para colecciones de Filosofía, Vidas cotidianas y otras, dirigió de manera personal la mítica colección “El Pasado Argentino”, que comenzó a publicar obras vinculadas a la memoria cultural del país en el año 1954. En la estela de las colecciones de Ingenieros y Rojas, entre los autores significativos aparecían clásicos del siglo XIX como Mitre, V. F. López, Mansilla, Sarmiento, etc. y del siglo XX como Martiniano Leguizamón, Gerchunoff, Rojas. A ello agregó, como aporte original y propio, las crónicas de viajeros ingleses (Parish, Hinchliff, Mac Cann, Miers, Un Inglés), literatura de frontera (Álvaro Barros, Manuel Prado, Zeballos), relatos sobre la Patagonia (Falkner, Musters, Perito Moreno), figuras ligadas a géneros considerados menores hasta entonces, como Eduardo Gutiérrez, Arlt, el sainete, el cancionero tradicional. Y además, autores nacionales y extranjeros que se convertirían en clásicos de la historiografía argentina: José Luis Busaniche, Scobie, Burgin y Ferns. Con el tiempo, y sumadas las obras publicadas con posterioridad en los sellos Solar y Taurus, la colección completaría casi cien títulos.

Simultáneamente, en esos años también se vinculó a la Revista “Imago Mundi” y a la Editorial Raigal, publicando allí un estudio preliminar sobre el pensamiento económico de Manuel Belgrano, otro sobre los debates parlamentarios que llevaron a la sanción de la Ley 1420 de la Educación Común y un aporte fundamental como presentación de la obra “Escritores coloniales americanos” de Juan María Gutiérrez. Por sus antecedentes y colaboraciones integró el consejo de redacción de la “Revista de Historia” (1957/1958) que dedicó números monográficos que marcaron una época: unitarios y federales, la revolución del 90, la revolución del 30.

Desde 1957 se desempeñó como Profesor de Historia de la Cultura en la Facultad de Arquitectura y Urbanismo y en la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires. A comienzos de 1961 mudó sus tareas docentes a la Facultad de Filosofía y Letras, donde fue profesor titular de Historia de la Educación, Historia de la Educación Argentina e Historia del Pensamiento y la Cultura Argentina. En el año 1959 asumió la dirección del Centro de Documentación Internacional vinculado a la Comisión Nacional de Cooperación con la UNESCO de la Argentina, construyendo una experiencia original por la que se logró reunir en un solo espacio, por primera vez, el repertorio de publicaciones y documentos producidos por los organismos integrantes del sistema de las Naciones Unidas.

En el año 1961, desde el sello Solar/Hachette impulsa la edición de dos colecciones: “Dimensión Argentina” y “Dimensión Americana”. En la primera retoma la salida de títulos publicados en “El pasado argentino”, a los que agrega nuevas iniciativas de interés. En la segunda publicó a Josué de Castro, José Medina Echavarría, etc. así como informes de actualidad producidos en el seno de la CEPAL, UNESCO y PREALC/OIT.

Entre los años 1963 y 1966 fue vocal y llegó a desempeñarse como vicepresidente de la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares. En el año 1966, a raíz del golpe militar de Onganía, Weinberg abandona la Universidad de Buenos Aires. A partir de esa fecha continuó con su propuesta editorial desde Ediciones Solar. Desde finales de 1967 y comienzos del siguiente, y hasta el regreso de la democracia en 1983, trabajó como editor en la CEPAL y en el Instituto Latinoamericano de Planificación Económica y Social, acompañando la gestión de Raúl Prebisch en ambos organismos.

En el año 1975 recibió distinciones de la SADE y así como el Primer Premio Nacional de Literatura y un premio Municipal de Literatura. En ese momento alumbró el libro “Mariano Fragueiro, un pensador olvidado”, con el que reponía la lectura de la obra del economista cordobés.

A partir de 1976 se integró al equipo dirigido por Germán Rama en torno al Proyecto UNESCO/CEPAL/PNUD, “Desarrollo y Educación en América Latina y el Caribe”. Como resultado de su labor en ese ámbito elaboró varios documentos, en general de análisis de las ideas educativas en clave histórica, y en especial las bases de su libro “Modelos educativos en el desarrollo de América Latina”, que lleva publicadas varias ediciones en español y portugués hasta llegar a la más reciente realizada por la Universidad Pedagógica Nacional y CLACSO.

Fue el único latinoamericano convocado por la UNESCO para colaborar en la elaboración de la Historia Científica y Cultural de la Humanidad, aprobada en 1978 por la Conferencia General de la Organización y proyectada en siete volúmenes. Desde 1980 la UNESCO lo convocó para integrar el comité de dirección y redacción de la Historia General de América Latina, que debería tener nueve volúmenes.

En 1982 la Comisión Permanente por la Libertad de Expresión invitó a Gregorio a unas jornadas para hablar de la censura y el libro. Ese mismo año publicó el libro “El descontento y la promesa”.

Con el retorno de la democracia en 1983 fue designado director de la Biblioteca Nacional, retornó brevemente a la cátedra universitaria y se incorporó a la Academia Nacional de Educación. Fue miembro del Consejo para la Consolidación de la Democracia. Entre 1986 y 1989 fue vicepresidente del CONICET. También en ese año fue designado presidente del Consejo Superior de FLACSO. La Fundación Konex le concedió la distinción del Premio Konex de Brillante “A la Mejor Figura de la Historia de las Humanidades Argentinas” en 1986.

Por ese tiempo se concretó su participación en el libro “América Latina en sus ideas”, publicado en 1986 y coordinado por Leopoldo Zea, donde la contribución de Weinberg fue fundamental no solo por el capítulo que redactó sobre “El universo de la educación como sistema de ideas en América Latina” sino por sus aportes a la concepción general del volumen. De ahí surgió el proyecto de publicar su obra fundamental, “Modelos educativos en el desarrollo de América Latina”.

En los años noventa recibe toda clase de reconocimientos: doctorados honoris causa de las universidades de Buenos Aires, Luján y Palermo; Premio Gabriela Mistral de la OEA (1994); Premio Consagración Nacional (1995), hasta alcanzar la Medalla Aristóteles de la UNESCO (1999). Su producción no se detiene: publica “Tiempo, destiempo y contratiempo” en 1993, “La ciencia y la idea de progreso en América Latina” en 1998, “Ilustración y educación superior en Hispanoamérica, Siglo XVIII” en 1997 y “Sarmiento, Bello, Mariátegui y otros ensayos” en 1999.

En el año 2000, tuvo la satisfacción de recibir un libro-homenaje donde se reunieron escritos de reconocidos educadores, historiadores, científicos e intelectuales americanos y europeos convocados en torno a aportes y testimonios donde quedaron registradas semblanzas sobre Weinberg y escritos sobre ideas y sobre educación. El volumen se tituló “Del tiempo y las ideas. Textos en honor de Gregorio Weinberg”.

Desde la editorial Taurus volvió al ruedo en los años dos mil con la colección “Nueva Dimensión Argentina”, en la que convocó a especialistas de las generaciones emergentes de la transición democrática a prologar, como continuación de sus proyectos previos, nuevas obras recuperadas del pasado histórico nacional.

En el año 2005, Leandro de Sagastizábal, entonces a cargo de la filial del Fondo de Cultura Económica en Buenos Aires, le solicitó la redacción de un ensayo sobre el lugar del libro en la cultura latinoamericana. Esa solicitud dará origen al pequeño pero sustancioso texto titulado “El libro en la cultura latinoamericana”. La obra fue escrita, prácticamente, “a mano alzada”, apelando a su saber, a su conocimiento en la materia, al registro de su memoria y a su biblioteca personal, que lo cobijaba. Dejó inconcluso un ensayo sobre Simón Rodríguez, el maestro del Libertador. En ocasión de celebrarse el centenario de su nacimiento, la Universidad Nacional Autónoma de México acaba de publicar una selección de sus escritos: “El tiempo de la educación” (México, 2020). La obra incluye un texto inédito “La educación que queremos”, escrito pocos meses antes de morir, y expuesto en ocasión de una intervención solicitada por el grupo editorial Santillana en el MALBA de Buenos Aires, así como un conjunto de trabajos donde Weinberg expone su visión sobre el lugar de la educación en el mundo contemporáneo, al tiempo que se rescatan contribuciones en torno a la historia de la Argentina y la región americana.

La obra editorial y cultural forjada por Weinberg, la forma en la que encaró su vida de pensador y su conducta no resulta excepcional si la comparamos con las de otros argentinos como Arnaldo Orfila Reynal, José Luis Romero y Boris Spivacow o con otras figuras del continente como el mexicano Daniel Cosío Villegas o el dominicano Pedro Henríquez Ureña. Todos ellos fueron personalidades que supieron volcar sus propias capacidades intelectuales para la implementación de proyectos culturales de corte americanista y apostar de diverso modo al desarrollo de una industria editorial pensada sobre el país y la región americana.

 

Distintas facetas 

Para Weinberg la lectura no era un gesto solitario. Leía, como se recomendaba en el siglo XVIII, con la pluma en la mano para escribir y tomar notas pero también para elaborar reseñas y comentarios que se publicaban en diarios y revistas, aun a sabiendas de que la paga fuera exigua, si es que la había. Era un lector voraz y generoso, dado a regalar y recomendar libros a otros.

Cuando hablamos de Weinberg en su faceta de editor, no nos referimos a un ilustrado “gurú”, sino al cuidadoso editor en diálogo con el especialista, al que se convoca para escribir un prólogo o una advertencia preliminar que contextualice al autor y valore y justifique la publicación de una obra. Referimos, también, al exigente editor que marca lineamientos y criterios en materia de traducciones o al editor de buen gusto que atribuía especial trascendencia a la presentación, el diseño gráfico y al que rara vez se le escapaba un error de imprenta.

Esa tarea de editor está unida a la idea de una industria editorial que, durante décadas, dio lugar a la promoción de la creatividad y el conocimiento del talento argentino y americano, al tiempo que abrió nuevos senderos. Fue de los primeros en el país que concibieron al libro como parte de la cadena de valor de la industria editorial.

En su tarea de arqueología de libros y escritos del pasado así como del vivo presente, gracias a su erudición y olfato, pudo publicar en diferentes sellos editoriales desde Antonio Gramsci hasta la literatura de viajes y las expediciones de naturalistas, pasando por Roberto Arlt con sus “Nuevas aguafuertes porteñas o las Memorias” de Manuel Gálvez o la “América profunda” de Kusch, así como con los “Cuentos de la selva” de Horacio Quiroga, que inexplicablemente estaban agotados. Encontró aquello fuera del canon, que en su momento no tenía lugar en los catálogos editoriales. Weinberg actuaba como un naturalista del siglo XVIII.

Weinberg, además de enseñar historia de la cultura y la educación de la Argentina y América Latina, se afanó por sistematizar sus conocimientos en obras de escala significativa. Forjó una obra perdurable como es “Modelos educativos en el desarrollo de América Latina”. Hoy se sigue reivindicando la vigencia de algunos de sus postulados y claves de lectura de los procesos histórico-educativos de la región y se destaca como notable la ausencia de trabajos que –a cuatro décadas de su publicación– hayan ensayado una nueva aproximación de las características y alcances que propone ese libro.

“Modelos” expone un acercamiento a los procesos educativos desde un enfoque que, al tiempo que reivindica la especificidad de las ideas, prácticas e instituciones pedagógicas, expone y problematiza las articulaciones que mantuvo la educación con las dimensiones económicas, políticas y culturales de las sociedades latinoamericanas.

La importante obra de Weinberg como editor marca de por sí el legado de su patrimonio como personalidad de la cultura letrada argentina. En este campo hay que rescatar no solo las colecciones que dirigió sino también la publicación en primera edición de obras que se transformaron en clásicos tempranos para el conocimiento de la realidad histórico-social argentina. Alcanza con citar algunos autores como Busaniche, Dorfman, Giberti o Tedesco.

En un libro de reciente publicación se ha podido recuperar esa faceta poco explorada de Weinberg como editor; la obra, promovida por CLACSO y la Universidad Pedagógica Nacional lleva por título “Escritos sobre el libro y la edición en América Latina”. En ella se alude a muchos de estos asuntos consignados en los párrafos anteriores. Tal vez el principal mérito de esta iniciativa radica en haber dado acceso al público a una serie de escritos de Weinberg sobre estos asuntos, muchos prácticamente inaccesibles, y otros dispersos en revistas y ponencias en congresos realizados en el país y en el extranjero. A esas contribuciones se sumaron una serie de entrevistas a Weinberg donde se recupera su visión sobre el libro y la cultura y que habían sido publicadas en revistas especializadas. (En pdf en biblioteca.clacso.edu.ar).

Pasadas varias décadas, su obra “Modelos educativos en la historia de América Latina” arriba aludida, sigue siendo utilizada tanto por su validez y vigencia como por la inexistencia de obra de tamaña envergadura. Quizá eso explique la reedición de la misma de manera reciente, introducida por significativos especialistas como Inés Dussel, Pablo Pineau y Nicolás Arata, en una coedición entre CLACSO y la UNIPE Editorial Universitaria que tiene la virtud de estar disponible en acceso abierto (PDF en Bibloteca Clacso).

Aunque la recuperación pública sea aún parcial en relación a la magnitud de su obra y aportes, al menos visitémoslo en sus textos, ganando con ello como lectores una profundidad de reflexiones y sentidos que las prácticas de la instantaneidad de las comunicaciones virtuales nos retacean.

 

 

-Darío Pulfer es profesor en Historia y profesor-investigador en UNIPE (Universidad Pedagógica Nacional).
-Pedro Weinberg es sociólogo, profesor-investigador en UNIPE.

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