El 12 de marzo se decretó la cancelación de eventos masivos, y Argentina se quedó sin recitales: la fecha de regreso es incierta, más allá de los shows online, y las distintas agrupaciones musicales reclaman ayudas al sector. Un informe de la Asociación Civil de Managers Musicales Argentinos (ACMMA) determinó que durante la cuarentena se suspendieron unos 1000 shows de artistas argentinos, y que cada mes sin actividad implica una pérdida de unos 500 millones de pesos.
En condiciones normales, la industria de la música factura en Argentina unos 6000 millones de pesos anuales, y le da empleo a 500 mil trabajadores directos e indirectos. ¿De qué viven los músicos entonces cuando no tocan? En muchos casos, de sus regalías.
El circuito
Más allá de las melodías que hacen vibrar al cuerpo de felicidad, la música es un negocio. Lo dejó en claro Elvis Presley con su famoso “it's one for the money” (primero por el dinero) con el que arranca uno de sus tempranos hits: “Blue suede shoe” (que pertenece a Carl Perkins, que nunca pudo replicar el éxito pero vivió de las versiones que otros hicieron de sus temas).
El circuito de un éxito comienza con los cantautores, autores, compositores e intérpretes; sigue con las editoriales de música; pasa por las discográficas, propietarias de los fonogramas grabados; y finalmente se retoma con las instituciones recaudadoras de Derechos de Autor (SADAIC) y de los derechos que les corresponden a los artistas intérpretes y productores fonográficos (AADI CAPIF): ese dinero vuelve a los protagonistas para retroalimentar el circuito que nutre -literalmente- a los músicos.
“El negocio grande son los shows en vivo, pero por un hit, un artista puede cobrar aproximadamente un millón y medio de pesos en un año en concepto de regalías discográficas, además del derecho autoral. Claro que arriba del escenario ganan 10 veces más. En el verano en el circuito de festivales cobran 4 millones de pesos por actuación, y hacen tres shows por semana”, explica a NOTICIAS Roberto “Kuky” Pumar, fundador de Leader Music, compañía dueña de los fonogramas de muchísimos artistas populares como Gilda y Leo Mattioli, por ejemplo.
“Yo cobro por esos temas cuando suenan en Spotify, Apple Music, Deezer, etc. Y le pago a los herederos las regalías que son de por vida. Según cada contrato puede variar desde un 5 a un 50 por ciento, lo que se lleva el artista del total de lo que se cobra”, agrega Pumar, presidente de esta discográfica que se supo aggiornar a las nuevas tecnologías cuando descubrió los hits prescolares para YouTube con “El Reino Infantil”, que congrega las “Canciones de la Granja de Zenón”, y suma más de 37 millones y medio de de suscriptores: “La Vaca Lola” cuenta con 1098 millones de vistas. Al comienzo de cada uno de los videoclips infantiles aparece una leyenda que aclara que esta empresa tiene todos los derechos reservados.
Plataformas
“Se respetan los derechos de autor, cada vez que un usuario, que puede ser un creador de contenido, un canal de televisión, una productora de contenidos, sube un video, reconoce tener todos los permisos y autorizaciones para subirlo y compartirlo. Si un titular de derechos advierte que se infringen sus derechos sobre cierto contenido, puede tomar distintas medidas como denunciarlo o también percibir los beneficios de la monetización de esos contenidos subidos por otro usuario”, precisan desde YouTube Argentina.
Según las cifras proporcionadas por la aplicación, han pagado más de 12 mil millones de pesos a la industria de la música local, a partir de lo generado con anuncios y suscripciones (solo en 2019 pagaron más de $ 3 mil millones).
“YouTube nos paga un porcentaje de todos sus ingresos de publicidad y nos da un informe de usos, ya que su algoritmo le permite identificar los usos que hubo en el sitio durante un determinado período de tiempo. Tiene una huella digital con calidad de reconocimiento que permite identificar los temas. Entonces nos informa: cobré tanto de publicidad, este es el porcentaje que les tengo que pagar, y esta es la información de las obras musicales que se utilizaron y la cantidad de visitas; para que podamos distribuirlo. Con Instagram y Facebook es diferente, nos pagan una tarifa plana que autoriza el uso de música siempre y cuando no haya onerosidad en el uso de esa música. Ahora si la plataforma se usa para transmitir un show de streaming con venta de entradas o con sponsors, ahí sí el productor del espectáculo o el sponsor deben pagar derechos”, detalla Guillermo Ocampo, director general de SADAIC.
AADI CAPIF, por su parte, aún está en conflicto con el dinero de las plataformas. “Con el derecho de intérprete estamos en conflicto con los productores porque quieren 50 y 50, como es en el resto del mundo, pero en nuestro caso la ley que rige desde 1948 indica que es 33% para los productores, 33% para el cantante, 33% para los músicos. Como estamos en pleno conflicto no nos ponemos de acuerdo para poderlo cobrar, entonces las grandes plataformas no están pagando lo que correspondería a los intérpretes. Habría que legislar a medida que va avanzando la tecnología para defender nuestros derechos”, señala a NOTICIAS Guillermo Novellis, vocal titular del Consejo Directivo de AADI. El también cantante de La Mosca, explica que “Para no verte más” fue el tema que más “mosca” generó en regalías: fue número 1 en Europa.
Publicidad
“Devórame otra vez, con unas gotas de Hepatalgina…”; “Venite a Mar Azul si querés veranear...”. Los hits devenidos en jingles publicitarios son un gran negocio para sus autores, como la canción de Julieta Venegas en el comercial de Evatest.
Esto requiere una autorización del compositor y se debe pagar el derecho de inclusión o sincronización (muchas veces se regraban con otras voces para evitar los derechos de los intérpretes famosos). Los aranceles anuales mínimos vigentes por derecho de autor para el uso de obras musicales en publicidades van desde 85.400 pesos hasta 333.500 según la duración total del aviso.
Lo mismo sucede en las ficciones televisivas y el cine: para usar un tema como cortina y ambientar la historia, se debe pagar el derecho de inclusión. El arancel mínimo que establece SADAIC es de $56.400 (por eso muchas ficciones apuntan a desarrollar su propia banda de sonido). Y las emisoras privadas de tevé abierta, abonan a SADAIC directamente el importe equivalente al 1.50% de los ingresos brutos mensuales por publicidad.
“El objetivo de los tarifarios de SADAIC es proteger al autor en los derechos que percibe, igual hay excepciones por usos sin fines de lucro, a beneficio de fundaciones. Nosotros tenemos un catálogo de autores nacionales y extranjeros y negociamos sus derechos. Emitimos las autorizaciones para las inclusiones de los temas con los aranceles acordados. Como editorial normalmente percibimos un 25 por ciento, salvo acuerdos puntuales”, explica Dolores Sierra, abogada de Sony / ATV Music Publishing.
Por su parte, Oscar Galván, director de artística y repertorio de Sony / ATV, que cuenta con más de 3 millones de canciones en su catálogo, incluyendo leyendas como The Beatles, Michael Jackson, Queen y The Rolling Stones, destaca el trabajo de las editoriales en esa pelea: “Sin la editorial detrás, una canción que subiste a Internet por ahí te está generando derechos en México, pero si no hay alguien que vaya a cobrarlos, es muy difícil que puedas acceder a ese dinero”.
“La editorial es útil para que administre tus derechos, y si bien se lleva un porcentaje, a veces también te da adelantos de dinero”, apoya Eddie Sierra, autor de incontables jingles y cortinas para televisión, incluida la de Telenoche, que logró su mayor éxito cuando Ricky Martin grabó su tema “El amor de mi vida”. “Con un hit te podes comprar un departamento. Genera ingresos por todos lados, por venta de discos, por la difusión en los medios, te da más laburo de shows y giras, y puede durar hasta tres años la rueda, pero después tenés que lograr otro éxito”, concluye Sierra.
*Integrante del Equipo de Investigación de Perfil Educación.
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por Celina Hernández*
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