Hasta dónde te exige tu propia mente?
En la nota anterior hablé sobre la profesión y la autoexigencia. Estaba atravesando un momento de mucho estrés por querer lograr una perfección que, en realidad, no existe. Llegué a sentir ataques de pánico. Me obligaron a frenar y reflexionar. Esa pausa me mostró un rayito de luz al final del túnel. Pude empezar a desarmar creencias limitantes que ya no podían seguir ocultas. Pensamientos sobre mí misma que sentía como parte de mi esencia, como si fueran ADN.
Muchas veces pensamos muy mal de nosotros mismos y ni nos damos cuenta. Está normalizado, y lo aceptamos sin cuestionarlo. ¿Por qué? Desde niños, vimos y vivimos situaciones en las que los adultos se trataban así o nos trataban de manera similar. Fue incuestionable entonces y, como adultos, seguimos sin preguntarnos qué pensamos de nosotros y por qué.
Fui desacelerando. Eso me dio aire para prestarme atención. Encontré en ese paréntesis un poco de claridad mental. Descubrí lo que creía de mí. La autoexigencia que manejo no es gratuita: desde que tengo recuerdos claros de mi infancia, fue la forma que encontré de afrontar responsabilidades grandes. Me exigía siempre hacer todo bien, para que mis padres vieran que era inteligente, para captar su aprobación. Con los años, esa fuerza que me ayudó a llegar hasta acá dejó de ser amiga. Empezó a hundirme.
El estrés me dio luz. Mi cuerpo me mostró la necesidad de cambiar. La autoexigencia suele nacer de una sensación de vacío interno. Creer que tenés que hacerlo todo bien y que todo pase por vos limita. Delegar, generar empleo, tener una visión más amplia para tu emprendimiento es crecer.
Y crecer implica cambiar.
Pará. Mirate. Escuchá lo que tu interior te grita. Esa guía sabia, genuina y divina está a tu favor. Prestarle atención es conocerte. Es usar tu fuerza de manera consciente.
Cada pausa, cada señal, cada límite que sentimos no es debilidad. Es una oportunidad para mirarnos de frente, soltar lo que pesa y construir desde un lugar más libre. La autoexigencia ya no será un motor que nos aplasta, sino una fuerza que aprendemos a usar bien.
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Fotos: Ariel Gómez
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por CONTENTNOTICIAS















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